06 de septiembre de 2022
En un mundo en el que el número de personas afectadas por el hambre ha aumentado lentamente desde 2014, y en el que cada día se pierden o desperdician toneladas y toneladas de alimentos, es fundamental reducir las pérdidas y el desperdicio.

 

Cuando se pierden o desperdician alimentos, todos los recursos que se utilizaron para su producción (como el agua, la tierra, la energía, la mano de obra y el capital) se desaprovechan. Además, la eliminación de los alimentos perdidos o desperdiciados en vertederos genera emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), lo que contribuye al cambio climático. La pérdida y el desperdicio de alimentos también pueden tener repercusiones negativas en la seguridad alimentaria y la disponibilidad de alimentos, y contribuir a aumentar el costo de la alimentación.

Nuestros sistemas alimentarios no pueden ser resilientes si no son sostenibles. De ahí la necesidad de centrarse en la adopción de enfoques integrados concebidos para la reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos.

Es necesario adoptar medidas a escala mundial y local para aprovechar al máximo los alimentos que producimos. Para introducir este cambio transformador es fundamental incorporar tecnologías, soluciones innovadoras (en particular plataformas de comercio electrónico para la comercialización y sistemas de elaboración de alimentos replegables y móviles), nuevas formas de trabajar y buenas prácticas con miras a gestionar la calidad de los alimentos y reducir las pérdidas y el desperdicio de alimentos.


                EL DESPEDICIO DE ALIMENTOS, DEJA HUELLA

 

¡En los hogares se produce el mayor porcentaje del desperdicio de alimentos! Cada alimento que acaba en la basura es dinero que “se pierde” y que daña al medio ambiente.¡Es el momento de unirse al consumo responsable!

Cuestiones clave para reducir las pérdidas y el desperdicio de alimentos

  1. Revisar periódicamente los alimentos de la despensa, frigorífico y congelador. Seguir el sistema FIFO para los perecederos (“Primero en entrar, primero en salir”) y el sistema LIFO para los no perecederos (“Último en entrar, primero en salir”).
  2. Planificar el menú semanal.
  3. Llevar la lista de la compra a la tienda.
  4. Acudir a la tienda con mayor frecuencia y disminuir el volumen de compra.
  5. En la tienda, no descartar productos en buenas condiciones por ser más “imperfectos” (color, calibre, tamaño, envase defectuoso…). Además, ser conscientes de que pedir que las estanterías estén siempre llenas puede dar lugar a que se tengan que tirar más alimentos, especialmente los frescos y perecederos.
  6. Apostar por los productos de proximidad y de temporada y por los canales cortos de comercialización (compra directa al productor o con menor número de intermediarios).
  7. Conservar adecuadamente los alimentos.
  8. Leer la información de las etiquetas y aprender a interpretarlas si es necesario.
  9. Recordar: la fecha de caducidad indica la fecha a partir de la cual no se puede consumir un alimento, mientras que a partir de la fecha de consumo preferente puede disminuir su calidad pero sigue siendo comestible.
  10. Ajustar las raciones a la hora de cocinar y servir.
  11. Aprovechar las sobras con recetas de cocina imaginativas. 
  12. En el restaurante, pedir un recipiente para llevar las sobras.